Swimming
Marina
"Sempre recordem allò que mai no ha succeït"
Dades personals
About
Marta González Crivillers. Swimmer. Vic.
Entradas Populares
-
Avui em fa il·lusió ensenyar-vos un escrit que tinc fet des que el meu pare ens va deixar a mi i a la meva família, està ple de sentiments...
-
Buenas tardes a todos, Me propuse hacer un post literario y que solamente fuese para historias o algunas de mis reflexiones. Pues bien,...
-
¡Buenas tardes anaranjadas con lluvia! Sí, y es que el tiempo invita a pensar y a escribir. Quiero informaros de que LHDH4 está en cami...
-
Hoy, os dejo con un tema sensiblón, muy típico, pero que siempre gusta a todo el mundo (con excepciones, claro). ¡Buenas noches Chipirones!...
-
Hoy es un día especial, unos celebran el Tió (en mi caso) y otros celebran nochebuena. Os prometí que hoy tocaba leer la segunda parte de La...
-
Ieeep! Sí, ja sóc aquí. Ho vaig dir, estava de campionats i també estava de setmana d'exàmens (això potser no ho vaig dir) així que el ...
-
¿Sabéis qué día es hoy? Un día cualquiera diréis muchos de vosotros. Pues no, para un enfermo de cáncer no es un día cualquiera. Es otro dí...
Labels
Blog Archive
-
►
2014
(9)
- ► de desembre (1)
- ► de setembre (2)
-
▼
2013
(22)
- ► de novembre (1)
- ► de setembre (3)
-
►
2012
(15)
- ► de desembre (5)
- ► de novembre (7)
Followers
Blogger templates
Blogroll
Crivi. Amb la tecnologia de Blogger.
Blogger news
Blogroll
7 de des. 2013
¡Buenas noches a todos!
Para los que, hace unos meses, no podíais entender CAOS, ahora no tenéis excusa así que leédlo. Yo me despido por hoy... (Si hay problemas de corrección y pequeños errores... se me deben de haber pasado. Ya los iré corrigiendo, lo prometo)
Caos.
P
|
or todas partes la gente corre y huye de la sombra que
las bombas y los disparos crean a su alrededor. Niños, y niños que no son tan niños,
se deshacen entre lágrimas porque no entienden lo que está pasando. Un grupo de
personas asustadas busca refugio para no ser cazado por el lobo hambriento de
la guerra. Entre las calles estrechas de la ciudad vislumbran un refugio y se
lanzan hacia él. La nueva cometida de disparos hace caer, abatidos, a tres. Los
otros, como si el viento los azotara, corren hasta el refugio dejando atrás a
sus compañeros y las últimas fuerzas que les quedaban. Cierran la puerta antes
de que llegue otra ráfaga que es lanzada con furia contra los resistentes. Durante
cinco minutos infernales, un rojo encendido ocupa el cielo de la ciudad y las
grandes ráfagas de disparos cortan el vacío silbando de rabia. Pasado un tiempo
eternamente largo, la calma y el silencio se hacen dueños y señores de la
ciudad, son las once de la noche y, por fin, un momento de relativa tranquilidad
va desdibujándose lentamente. Dentro de las casas, silencio. Dentro de los
refugios, también. Afuera, un hedor a sangre fresca y muerte acaricia las
fachadas de las casas desnudas que enseñan sus entrañas.
E
|
n el refugio la gente no se conoce, nadie encuentra a su familia
y los pocos que la conservan no se atreven a salir para rechazar a los falangistas.
Pero las provisiones que hay en los refugios se están agotando demasiado
rápido. Se miran todos aterrorizados y mientras van pasando los minutos como
losas, lentamente, el grupo reducido de persones van cayendo en un sueño que no
tardará en romperse.
U
|
n niño que no consigue dormir ni descansar sus cansados
músculos abre los ojos en medio de la penumbra de la estancia. Se levanta
pausadamente del lugar donde estaba y va buscando a tientas las escaleras que
dan a la calle. Sus dedos tocan el arrogante tacto del hierro oxidado del mango
de la trampilla. Apoya la oreja en los tablones de madera húmeda e intenta
captar ruido de disparos. Ni uno. Decide abrir la trampilla para salir al
exterior pero el candado que protege la entrada del refugio le impide abrir.
Forcejea con la puerta en vano y, finalmente, se dispone a dejar la inútil
batalla entre él y el candado. Mientras baja las escaleras, vislumbra una
silueta que debido al revuelo se ha desvelado. Es un hombre corpulento, de cara
ancha y mentón prominente. Lo mira con recelo. El chico, sintiéndose atrapado,
se disculpa de su ingenuo intento y se dirige de nuevo a su rincón donde vuelve
a intentar soñar despierto.
E
|
l ruido estridente de la alarma despierta a todo el grupo
de golpe. Fuera vuelve a estallar el escenario belicoso con más fuerza que antes.
Una anciana comienza a llorar incansablemente, el hombre corpulento la abraza y
ambos se funden consolándose mutuamente en un abrazo. Otro hombre, enjuto y con
cara de pocos amigos, abre el candado para observar el panorama exterior. Los
'nacionales' se han escondido dos esquinas más allá pero el telón negro de la
oscura noche los cubre. El niño, asustado, se lanza hacia la trampilla, la abre
y sale corriendo. Su cara desfigurada de terror palidece de golpe y el cuerpo
inerte del joven cae. Ni siquiera la otra gente del grupo ha tenido la
oportunidad de escuchar la lluvia de plata que ha cosido el niño. El cuerpo
queda en el suelo y la sangre brota como si de una fuente se tratara, la luna
vela el joven sin vida1. La mujer que antes lloraba cae al suelo y se coge las
manos y se las lleva a la cara mientras suelta un aullido a la medianoche como
un lobo herido. Algunos lloran silenciosamente como si tuvieran miedo de perder
una lágrima más, otros, miran fríamente la escena de la vieja. Sin embargo, hay
otros que simplemente no hacen nada y se resignan a la suerte que la Guerra les
ha dado.
H
|
an pasado treinta minutos desde que el niño ha muerto y
una chica joven que ha conseguido reencontrarse con su enamorado siente que le
ruge la tripa. Rápidamente todos se dan cuenta de que tienen un apetito voraz
mientras, de fondo, se siente una orquesta de estómagos que piden comida.
Algunos voluntarios se ofrecen para ir escaleras abajo al almacén y mirar si
hay algunos víveres para poder comer. El hombre corpulento, seguido de dos más
bajan.
U
|
na fuerte corriente de aire surge de entre la penumbra
del refugio. A continuación, un penetrante olor a recluido y a humedad inundan
toda la cámara. Casi no se puede respirar. Los tres hombres se disponen a bajar
las escaleras en dirección al almacén. Palpan la barandilla de las escaleras y van
guiándose hasta el último escalón, que culmina con un fuerte golpe de madera
podrida. El hedor a humedad aún se hace más intenso y los hombres, avanzando a
ciegas, llegan a una pared llena entapizada de hongos y musgo. El hombre
corpulento les dice a los demás que busquen algún mueble o cualquier caja para
mirar si contiene comida. Los tres hombres, por separado, van resiguiendo la
sala. De repente, uno de los hombres topa con un armario. Lo palpa en busca de
la puerta y toca algo pegajoso antes de abrir la cerradura. El objeto extraño
cae al suelo con un ruido amortiguado por una almohada de musgo florido. El
ruido hace erizar los pelos de punta a los tres hombres. Uno de ellos se acerca
y se agacha para averiguar qué es lo que ha caído. Casi instantáneamente suelta
el objeto que cae. otra vez, con un fuerte estridente roto en varios fragmentos.
Los otros se preguntan el porqué de aquella extraña reacción, y cuando al fin
comprenden lo que les dice el hombre, entienden que lo que había tocado era una
calavera humana, una calavera reciente agujereada por la humedad y devorada por
las ratas.
A
|
rriba, la espera se hace eterna y algunos ya no pueden
aguantar mucho más. La mujer vieja que antes lloraba está quieta y no dice
nada. El hombre Delgado se acerca sigilosamente hacia ella y da un paso atrás,
asustado. El leve contacto gélido de la mano de la anciana le confirma que su
débil pulso ha dejado de escucharse. Nadie más ha notado la ausencia de la
vieja y el hombre vuelve a su sitio, vigilando la trampilla. Mientras tanto,
afuera está a punto de estallar un nuevo día largo y duro....
U
|
n niño con su madre son perseguidos por los 'nacionales'.
La madre tiene el hijo de la mano y corren escabulliéndose entre las calles laberínticas
de la ciudad. Giran a la derecha para esquivar otro grupo de la represión que,
al verlos, inicia su persecución contra los dos individuos. El niño no siente
las piernas del daño que le hacen pero no se rinde. No obstante, la madre,
débil y desnutrida, cae al suelo sin poder levantarse. El niño se detiene e
intenta coger a la madre y llevársela fuera de peligro. El brillo del sol se
refleja en el fusil. Un disparo. La madre ve como su hijo cae al suelo como un
plomo. El agujero de la bala se deja ver a través del cráneo y antes de que la
sangre comience a brotar el segundo disparo mata a la madre y los dos quedan
tendidos en el suelo en medio de un mar rojo que ondea, en medio de la calle,
brillante e incandescente por la luz del sol....
E
|
l nerviosismo se hace visible entre los tres hombres que,
tras el duro encuentro con la calavera, se ha apoderado de ellos. Finalmente,
uno mete la mano en el armario abierto y después de remover hasta el fondo saca
cuatro manzanas medio podridas y las guarda. Vuelve a meter, esta vez las dos
manos, y saca cinco más con una botella de un líquido que parece agua. Dentro
del armario nada más, sólo restos de comida y alguna rata muerta. Mientras
acaban de registrar la despensa, uno de los otros hombres encuentra un trozo de
pan duro como una roca, dos trozos de embutido y algunas naranjas. Los tres
hombres salen de la despensa y suben arriba, donde es todo el grupo, para poder
racionar las pequeñas provisiones que les quedan.
C
|
uando suben las escaleras parece que un velo de un
terrible silencio fúnebre cubra toda la cámara. Nadie habla, pero nadie duerme
salvo el niño pequeño que se apoya en el pecho de su madre. Todo el mundo mira
a ambos lados buscando de alguna manera ser invisibles dentro de este mundo, dejar
desvanecerse como el polvo cuando sopla el viento. Un trueno los despierta a
todos de golpe, el día ha comenzado con un nuevo intercambio de golpes y
disparos, fuera rebeldes y fascistas se desatan en un duelo cruento y
sanguinario. El niño pequeño comienza a llorar. Enseguida la madre le tapa la boca
impidiendo que el niño emita ningún gemido más. Todos permanecen en silencio
rezando para que los 'rojos ', que parecen estar muy cerca, no hayan oído el sollozo
de la criatura. Pasados los angustiosos minutos, los hombres racionan la comida
dando prioridad a los jóvenes y ancianos. Cuando uno de ellos se acerca a la
vieja, percibe que ya está en otro mundo y, cuidadosamente, coge el cuerpo y lo
deja en un rincón apartado, le hace una seña en señal de oración y se olvida de
él tal y como la guerra deja tras de sí rastros anónimos.
D
|
urante toda la tarde se han estado escuchando pistolas y
fusiles que dejaban salir disparos cargados de dolor y rabia. Cuando finalmente
parece que fuera hay una tregua, uno de los hombres decide montar un grupo para
ir a buscar provisiones porque, de las que disponían, algunas no se han podido aprovechar debido a
su mal estado. El hombre pregunta al reducido grupo de gente quién quiere
acompañarlo. Unas manos asustadas y dispersas surgen entre la oscuridad. El
hombre corpulento, el delgado, otro de cuerpo atlético y el joven que tiene su
amada a su lado, se ofrecen voluntarios para la peligrosa misión. La chica
intenta convencer a su enamorado para que se quede con ella fuera de peligro,
en el refugio. Llorando, la chica ve que en vano está intentando que se quede
su amado y sin que sea visto, el chico suelta lágrimas de dolor, un dolor que
le dice que será la última vez que vea a su novia. Decide acercársele, le da un
beso, largo, cálido y lleno de amarga esperanza. Finalmente, el chico deshace
el hechizo de aquel beso y lo sella para siempre en los labios de su amada
húmedos por las lágrimas saladas que no paran de deslizarse por su cara .
L
|
os cuatro hombres se disponen a marchar cuando la
medianoche cae sobre la ciudad, solo con la protección de un antiguo fusil i un
revólver con cuatro balas que han podido reunir dentro del refugio.
E
|
n medio de la negra noche unos soldados fascistas ven
salir un pequeño grupo de hombres de una trampilla del lado de una casa en
ruinas. El grupo de fascistas se divide en dos, unos cuantos deciden seguir
desde muy cerca a los individuos, que parece que van armados de armas pero
también de miedo. Cinco se van del grupo sin vacilar y como las sombras de los
propios cuatro hombres del refugio les siguen entre las calles de casas
danzantes. Once hombres se quedan, para vigilar el refugio. Decidirán atacar al
amanecer, cuando la ciudad y los resistentes apenas despierten adormecidos en
medio de la niebla matutina.
E
|
l sol aún no ha salido y los once hombres, ya armados y
preparados corren en dirección al supuesto refugio de donde salieron los cuatro
hombres. Susurran palabras y órdenes inteligibles entre ellos. Al cabo de unas
cuantas discusiones uno más joven, de unos diecinueve años coge un fusil de
combate y apunta hacia la trampilla. Una ráfaga de disparos agujerea la
trampilla dejando entrever una cámara en completa penumbra. Los soldados entran
rápidamente dentro creando un escenario caótico.
L
|
os gritos del niño pequeño se oyen sonoramente entre
todas las calles azotando el aire como una melodía infernal. Los tres hombres
del refugio, atados de manos y pies, caminan hacia el refugio. Los cinco
'nacionales' los tienen inmovilizados para que no huyan corriendo. Tienen las
caras desfiguradas por la intensa lucha que han tenido durante la noche con los
cinco soldados. En falta uno, el hombre corpulento ya no está, un tiro le ha
agujereado en el estómago y murió desangrado, en plena calle, en la noche más
oscura de su vida. Caen lágrimas de resignación, resignación al saber que será
el fin de su vida. Los tres hombres cada vez se acercan más a su final escrito
en sangre.
D
|
entro del refugio los tiros y los llantos del niño
despiertan a todos los refugiados de un salto. De repente, el caos se apodera
de todo y los hombres, casi una docena, bajan por las escaleras y reducen el
personal en un santiamén. Sólo quedaban dos mujeres, el niño pequeño y una
pareja mayor, que no ofrecen gran resistencia a los soldados. Al cabo de unos
minutos están todos atados de manos y pies, el niño ya no llora una bala de plata
le ha hecho callar y su madre, aunque alterada, se encuentra en pleno estado de
shock.
L
|
a luz deslumbra las pupilas acostumbradas a la oscuridad de
los refugiados. Los rayos del Sol entran sin piedad en medio del día sereno
iluminando la escena. Los refugiados están dispuestos en fila india. Los
falangistas se acercan a ellos y les cubren la cabeza con un trozo de tela,
impidiéndoles ver lo que sucederá. Los pasos del general hacen eco en toda la
plaza. Decenas de soldados miran fríamente la escena. Unos susurros se escuchan
en medio de la multitud. Un grito autoritario manda callar a todos los
presentes. Levanta el dedo y siete centinelas se ponen a diez metros de los
refugiados. Cogen los rifles, la mitad con temblor asustada, la otra mitad con
una determinación que da miedo de verla reflejada en sus ojos. Un gesto, una
mirada. Los dos enamorados se cogen la mano enlazando los dedos. El matrimonio
grande intenta mirar, pero no ven nada más que una bolsa que les tapa la
visión. Los otros lloran. La madre ya no tiene nada que perder e intenta
parecer segura de sí misma en ese último instante. Otro gesto. Los gatillos se
pulsan. Las balas salen en línea
recta hacia su objetivo. Uno, dos, tres, cuatro... hasta siete cuerpos caen con
un golpe seco en el suelo. Siete rostros aún calientes que miran con los ojos
vacíos una esperanza que les ha fallado y se quedan allí en el suelo mientras
los soldados se dispersan y se van, silbando, sin mirar el rastro de muerte que
dejan tras de sí, cobardes de ver la auténtica atrocidad que han cometido. En
medio de la plaza, las siete historias sin nombre. Las siete historias bajo un
Sol de infierno.
Crivi :)
Etiquetes de comentaris:
Historias que necesitan ser contadas