Swimming

Swimming
rfen

Marina

"Sempre recordem allò que mai no ha succeït"

About

Marta González Crivillers. Swimmer. Vic.

Entradas Populares

Followers

Blogger templates

Blogroll

Crivi. Amb la tecnologia de Blogger.

Blogger news

Blogroll

24 de des. 2012
Hoy es un día especial, unos celebran el Tió (en mi caso) y otros celebran nochebuena. Os prometí que hoy tocaba leer la segunda parte de La Habitación de Hielo, y no voy a defraudaros. Espero que entre fiestas y regalos podáis leerme un poquito, me da igual cuándo, solamente leedlo. Aprovecho este efímero momento que tengo para dejaros La Habitación de Hielo cada vez más perfilada y también aprovecho para saludaros y deciros que: ¡Feliz Navidad!

Ahí lo dejo, espero que disfrutéis:

LA HABITACIÓN DE HIELO (PARTE 1 y 2)

Hay una habitación, muy blanca, casi pura. Estoy sentada en un extremo de la habitación. En el medio, mi padre. La habitación y mi padre. Solamente eso es ahora mi mundo, mi vida. Mi padre no dice nada, no puede. Simplemente estoy allí para estar con él, y aunque no me guste lo debo hacer. Hay ciertas máquinas entre otros muchos obstáculos que impiden que yo ahora mismo sea feliz estando con mi padre. Él y yo en una habitación y sin poder decirnos nada. Es muy triste, lo sé, y cargo con ello. De hecho, llevo cargando con ello desde hace un año atrás. Pero ya queda poco. Tanto si yo quiero como si no, esto acabará y luego nada más… sí, una incalculable tristeza que me desgarrará por dentro cada noche y me quitará un sueño que no me devolverá jamás. Miro la ventana. Hace un día estupendo, uno de estos días en los que tienes que salir y disfrutar de ser feliz y libre. Y yo aquí, sentada en una silla muy cómoda pero que al mismo tiempo odio profundamente. Me mata y no puedo aguantar ni un segundo más sentada en ella, y al lado, mi querido padre. Nuestra habitación da a la terraza de la primera planta. No hay nadie fuera, de hecho, los que estamos aquí no tenemos tiempo para estar fuera saboreando el día a día, no se nos permite ni lo permitimos. Estamos en pleno verano, finales de julio, tendríamos que estar todos en un país desconocido y extranjero o tropical, en un hotel o pensión, ahora ya qué más da imaginar y soñar con lo imposible. Estaríamos allí los cuatro, y me refiero a los cuatro juntos otra vez como antes, gozando de unas buenas y merecidas vacaciones. Pero no me sobra el tiempo, me falta. Cruzaría el espacio-tiempo para capturar este tiempo que no tengo, haría lo imposible para agarrarme a lo que ya no es posible. Desearía volver atrás para sanar lo que ahora ya es irreversible. En este preciso momento es cuando pienso en lo que podríamos haber sido sin este suceso. Sobre todo, en lo que hemos sido, porque al fin y al cabo somos lo que hemos vivido, lo que hemos sufrido, amado, sentido… somos todo. Abajo hay un parque, un lugar hermoso en medio de un silencioso pero letal infierno, un lugar donde reflexionamos sobre nuestras cosas, donde nos evadimos de nuestros pensamientos y nos camuflamos entre las almas inconscientes que deambulan por este sitio. Las percibo. Si cierro los ojos, siento oleadas que vienen y van sin sentido, suspendidas en el aire. Me horroriza bastante pensar por qué están aquí todas estas almas sin rumbo. Es escalofriante. Si miro el cielo, hoy más claro que nunca, puedo intentar relajarme y darme un respiro, pero me es imposible estar relajada en estos momentos.

Un sonido me despierta de mi subconsciente. Viene de la puerta de cristal por donde se puede acceder a la terraza. Un hombre un poco voluminoso se ha dado un golpe. Estaba la puerta cerrada. Me imagino que no la habrá visto, también él sumido en sus preocupaciones. Podría parecer gracioso en situaciones normales, pero para mí resulta algo irónico, dado la situación en la que me encuentro. No me río. Aunque intentase esbozar una leve sonrisa, tengo la felicidad encerrada bajo llave muy adentro y aún no sé dónde se encuentra, no puede salir. Me vuelvo a la habitación, me entristece, y mucho. Hay un televisor, sin uso, porque aquí no necesitamos para nada televisores ni siquiera radios. A quién le importa, estando aquí, en una desolada habitación saber qué pasa en el país, si como siempre terminan hablando de la crisis o de las guerras internacionales que no dan tregua final.

Estoy aquí desde hace veinte minutos y no me he fijado en cómo es realmente la habitación. Al principio lo que más me atrae la atención es mi padre. Yace en una típica cama de hospital con su mando para bajar y subir y mover la cama de unas formas que pueden llegar a ser terriblemente incómodas. Me cuesta mucho describirlo. Lloro por dentro y mi pobre corazón inundado no aguanta más y se desborda dentro de mí. Se me entristecen los ojos y ya empiezan a llenárseme de dolor que cae al vacío sin hacer ruido, estoy llorando. Me paro casi al instante, no puedo hacer esto ahora, mi padre me siente aún, sabe que estoy aquí y no puedo desvanecerme delante de él dejando ver a la pobre chica asustada por lo que se avecina. No puedo permitir que me vea así de mal, si estoy aquí para estar junto a él tengo que ser fuerte y aguantar un poco más. Me seco las lágrimas y me vuelvo hacia mi padre. Está sedado. Tiene un respirador que le ayuda a poder mantener este hilo de vida que le queda y lucha por quedarse. A pesar del dolor que almaceno dentro, siento un inmenso orgullo, estoy muy orgullosa de mi padre. No he visto que él haya dado nunca un paso hacia atrás en este camino, ni un solo minuto, ni siquiera un solo segundo. Dudo que él se dejara vencer tan fácilmente. Es un gran luchador y lo será para siempre. Tiene la barriga hinchada y por las sábanas se deja ver un fluido amarillento procedente del hígado. Sé que puede ser repugnante pensar que de tu padre sale un asqueroso líquido, pero eso pasa cuando uno padece esta enfermedad. Ahora, me asaltan muchos recuerdos…

- ¡Papá, papá! ¿Me puedes explicar qué son estas espadas curvas?
- Hija mía, estas espadas eran las armas que utilizaban los árabes y si no recuerdo mal, se llaman cimitarras, pero ésta en concreto, se llama Saif.
- ¡Oh! Papá, ¿y las usaron para conquistarnos a nosotros?
- Sí, pero recuerda que estas espadas para ellos eran como un símbolo, simbolizaban a Alá que era su Dios. Creo que he leído algún libro y creo que estas espadas no fueron las únicas que utilizaron los árabes en nuestra conquista. Creo recordar que había unas llamadas jinetas, que eran otro tipo de espadas, pero con la hoja recta y una empuñadura a veces de oro con pequeños detalles.
- ¡Cuánto sabes, papá!, ¿algún día me podrás enseñar todo lo que sabes? Me gustaría poder saber tanto y conocer muchas culturas e historias diferentes, conocer muchos lugares y mitos. ¡Me gustaría algún día, ser como tú! ¡Te quiero mucho, papá!
- Y yo también a ti, hijita. Cuando seas mayor y puedas leer mis libros, sabrás casi tanto como yo. Pero esto solo cuando seas mayor porque, si no, no podrás entenderlos, te los guardaré para que un día, si tienes ganas de leerlos, te los leas todos de una vez, ¡ya verás qué divertida puede ser la lectura!
- ¡Qué ganas tengo de ser mayor! Yo, como tú, leeré mucho. Te lo prometo, papá.

Qué tiempos aquellos, ahora lo recuerdo con mayor fuerza. Creo que esta promesa, la estoy cumpliendo papá. Estoy leyéndome muchos libros y me gustan mucho, y cuando sea mayor seguro que voy a leer los tuyos.

No puede ser cierto lo que le está pasando a mi padre, no es justo. Cuando lo veo sedado no puedo reprimir mis lágrimas. Es muy duro saber que no se va a despertar jamás. ¡Y pensar que ayer me despedí de él sin que él lo supiera! Aún recuerdo lo que nos dijeron los médicos, la fatal noticia que ya sabíamos desde enero iba a cumplirse en breve. Lo sedaron para que no sufriese. Estos últimos días han sido los más duros. La morfina puede llegar a ser terrible para nuestro organismo. He visto como de golpe mi padre me decía que un hombre se había tirado por el balcón y que mi prima llegaba con un pelo un poco extravagante. Todas estas alucinaciones me han asustado un poco, sí. Que tu padre te diga convencido totalmente de que ha visto una cosa irreal es un poco extraño. He visto como mi padre se ponía a llorar sin ningún sentido aparente, y como algo que le decías hacía que se derrumbase su mundo. He visto a mi padre estar bien por la noche y estar desvanecido por la mañana. He visto como lentamente se me iba yendo su ser… 

Fin parte 1

Recuerdo que todo iba bien. Le habían extirpado ya el tumor y nos dijeron los médicos que había salido muy bien. Entonces… ¿Por qué se complicó? ¿Por qué todo cambió de rumbo en unos días? y, ¿por qué mi padre? Fue una semana desastrosa, yo estaba en unos campeonatos y me dijeron que papá estaba en la UVI. No podía ser, seguro que no era yo la chica a la cual iba dirigido este mensaje, pero me lo dijeron mis tíos, tenía que ser cierto. La competición entonces se tornó extraña para mí, empecé a nadar mal y sólo pensaba en mi padre. Por suerte, se recuperó muy rápido y pude celebrar los reyes con él. Lo que no sabía entonces era que serían nuestros últimos reyes juntos. 

Recuerdo los pasos de mi madre, su cara, blanca como la pared. Las miradas de mis primas, llenas de lágrimas, deambulaban por el comedor. La casa parecía más fría de lo normal. Me lo dijo. –No. Esto fue lo primero que dije. ¿Qué estás diciendo mamá?, ¿Te estás escuchando? No reaccioné hasta al cabo de unos segundos muy largos, pero no me salían las lágrimas, sentía rabia, muchísima rabia. No podía ser, era una broma de muy mal gusto. Mi madre me intentó explicar de alguna forma lo que había sucedido. A mi padre le habían practicado dos TACs, el primero después de la operación y el otro, recién salido de la UVI. Era increíble. En una sola semana, en una dichosa semana, de repente aparecieron manchas negras por todo el hígado. Del colon y el estómago se había transmitido el cáncer hacia el hígado. Un órgano vital. Vital, que quiere decir que es necesario para vivir. Esto solo podía significar una cosa: mi padre se moría. Lloré durante unos escasos segundos. Mi madre nos abrazó, a mi hermana y a mí. Me empezó a salir la rabia que tenía y empecé a culpar a los médicos. Los culpé de que mi padre estuviera así cuando en realidad fueron ellos los que día tras día lo intentaron todo para curarlo. Pero no tienes tiempo de pensar en esto cuando se te dice tal noticia. En este instante eres egoísta. Exploté de rabia, no podía ni si quiera intentar razonar nada de lo que me decían pues me había quedado bloqueada. No quería hablar con nadie, no quería que nadie supiese lo que estaba pasando excepto una persona, mi mejor amiga por aquel entonces. Fuimos al comedor para empezar a comer. Fue una comida gélida, las palabras se quedaban a medias, los pensamientos ni siquiera eran pensados y las miradas… púas envenenadas de auténtica verdad que todo el mundo quería evitar. La tele era un sonido omnipresente, nos susurraba al oído palabras que se perdían antes de poder recordarlas. Quería compartir mi tristeza. No quería cargar conmigo tal peso, me caía, necesitaba apoyo, tan solo uno, y sabía exactamente dónde tenía que buscar.

Llegamos a casa, todas necesitábamos nuestro tiempo, se nos había atragantado alguna cosa y no sabíamos cómo digerirlo. Me tumbé en el sofá, sin ganas, y cogí el ordenador. Lo encendí y escribí un ‘hola’. Con esto bastó. Bastó para que mi amiga se diera cuenta de que algo no iba bien. Le situé un poco para atenuar el impacto de la inminente noticia. Se lo expliqué todo tal y como había sucedido. No me decía nada, yo tenía suficiente con que me escuchase. De algún modo u otro yo sabía que ella me estaba escuchando a través de la pantalla. Se le encallaron las palabras y ¿a quién no? No le culpo por no saber qué decir y no lo haré nunca. Sentía como parte de mi tristeza se iba consigo, esta sensación no me gustó y, aunque me alivió por un momento, sentí que no debería haberla involucrado en el proceso. Sabía que al otro lado del ordenador mi amiga lloraba y, lentamente, yo me iba deshaciendo hasta dejar caer mis lágrimas. Por fin había conseguido llorar más de un minuto. No pude contener lo que realmente me oprimía y tuve que dejarlo ir hasta hastiarme de llorar. Había comprendido, al fin, lo que suponían las palabras de mi madre y aprendí lo que supondrían hasta que llegase el momento que poco a poco se iba acercando.

(Continuará…)
CRIVI J